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Un campo cubierto de nieve. Un hombre que carga el
peso de un bolso sobre sus hombros. La cámara que recorre las montañas
y se detiene en una carretera desolada. De lejos, un auto se acerca. De
cerca, Yusuf queda en primer plano. El inicio sin cortes, apacible, intimo
y bello, marca el posicionamiento que 'Uzak' tendrá en lo que resta del
film. Ver de lejos, como testigo que no se involucran. Sentir de cerca,
como si fuéramos nosotros mismos..
Dos personajes aparentemente dispares al punto de opuestos. Uno, Yusuf,
el obrero tosco, sin educación, que viaja del interior a la capital en
busca de trabajo. El otro, Mahmut, el fotógrafo intelectual, culto, que
de joven soñaba con hacer películas como las de Andrei Tarkovski. Son
primos que se unen cuando Yusuf se instala por sí mismo en la casa de
Mahmut. Se rechazan, se ignoran, se desprecian en silencio. Incluso Yusuf
terminará dejando la casa cuando Mahmut lo inculpe de robarle un reloj,
aún cuando él mismo descubra que lo había guardado en otro lado.
Pero el obrero no calificado y tosco es más parecido al sofisticado y
(aparentemente) exitoso fotógrafo de lo que ambos creen. Pese a la oposición,
ambos personajes se unen en una misma decadencia individual. La soledad
y el fracaso son para ambos la huella de una vida perdida entre las ambiciones
y las desgracias.
Yusuf es no tiene trabajo y para conseguirlo necesita garantías que no
tiene. Mahmut es el fotógrafo artístico que, sin embargo, trabaja desde
hace 10 años tomando fotografías de baldosas y cerámicas en un triste
cuarto en su casa. Es el intelectual que mira 'Stalker' y 'El Espejo'
de Tarkovski en la televisión pero que espera que Yusuf se vaya para cambiar
a una porno.
Yusuf se enamora de una mujer del edificio a quien espera verla pasar
todas las mañanas frente a su ventana y a quien un día decide perseguir
hasta el parque para darse cuenta, en el momento en que se decidía a hablarle,
que la mujer esperaba a otro hombre. La ex mujer de Mahmut lo visita para
comunicarle que se exilia a Canadá con su actual esposo y que es estéril,
probablemente a causa del aborto que se auto-provocó cuando estaban casados.
Mahmut, indiferente y con aires de superación, la ignora. Confirmando
su frialdad, la relación con las mujeres sólo pasa por la visita ocasional
a una prostituta. Pero hacia el final, esperará a su mujer en el aeropuerto
sin hacerse ver.
Yusuf tiene a su madre enferma. Habla por teléfono, se entera que empeoró,
y vuelve al pueblo a visitarla. Mahmut tiene a su madre enferma. Ella
le deja un mensaje en el contestador automático. Mahmut lo escucha y no
responde.
Rechazos mutuos. Fracasos laborales. Madres enfermas. Mujeres que desean
y no pueden tener. Ambos, opuestos y distantes, se unen en las frustraciones,
el desamparo, el desamor. Ambos están atrapados en un mismo espacio; tal
como las ratas de la cocina de Mahmut, que caen en sus trampas, que lanzan
chillidos agudos, que no pueden escapar. Los primos son las ratas de cuyo
destino ya no pueden huir, y al cual se enfrentan indefensos.
Lo que pareciera ser un juego de enfrentamientos ya visitado con frecuencia,
con las dicotomías campo/ciudad y pobre/intelectual como ejes de la oposición,
se convierte, gracias a la delicada puesta en escena de Nuri Blegin Ceylan,
en una obra que alcanza la belleza en la simpleza aparente, el despojo
y la distancia. Sin música. Con actuaciones opacas, apartadas de la interpretación
modélica. Con un guión que parece más un ensamble de anécdotas que el
despliegue de una intriga dramática, bajo el cual, sin embargo, subyace
la más minuciosa de las estructuras. Sin presencia de la palabra como
conductora de la acción (marcadamente, la primera voz que se escucha en
el film proviene de un contestador automático no respondido). Casi sin
personajes más que Mahmut y Yusuf, y sus mujeres desconsoladas. Tan sólo
un encuentro de Yusuf con otros desocupados para encontrar el rechazo
y enterarse que conseguir un trabajo no le será tan fácil. Tan sólo una
reunión de amigos de Mahmut para que éste declame que la fotografía ha
muerto, y con la fotografía, él. En cualquier caso, la administración
de la información es tan escasa como precisa. Es del tipo de películas
que obligan a un compromiso por parte del espectador, porque hasta una
hoja seca ubicada en la profundidad de un cuadro estará narrando una gama
completa de sensaciones y necesidades. Ceylan reúne un conjunto de elementos
mínimos y arma una historia distante, que aún así se siente tan cerca.
Distantes. Mahmut y Yusuf, de sus sentimientos. Ceylan, de sus personajes.
Con una mirada que observa antes que juzga, Ceylan los libera. Los deja
actuar, y atestigua con su mirada esos actos. El espacio entre los personajes,
el clima entre sus miradas, la tensión en la ausencia de palabras. Distante,
los observa. Hacia el final, el tímido y lento travelling de acercamiento
al rostro de Mahmut, y la imagen pura de la desesperanza.
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